Desde la antigüedad se conocía que la ceniza de algunas plantas, tras ser purificada mediante la disolución en agua, el filtrado y evaporación, tenían propiedades tan importantes como la de disolver el aceite (para producir jabón), avivar algunos colorantes vegetales o formar vidrio en combinación con sustancias cuarzosas. además de ser esenciales en la fabricación del vidrio. En los textos árabes, las cenizas de estas plantas eran designadas con la expresión al-gali, de la que procede el término "álcali". Hasta el siglo XVIII no se distinguió entre los dos tipos de sustancias alcalinas diferentes contenidas en las cenizas vegetales. Fueron los trabajos de Henri Louis Duhamel du Monceau sobre las sales formadas por la acción de los ácidos sobre los álcalis los que permitieron distinguir entre la potasa (v.), el componente principal de las cenizas de las plantas y la sosa (v.), presente en muchas especies minerales y mayoritaria sólo en las cenizas de plantas costeras o marinas. Aunque durante mucho tiempo las plantas fueron la principal fuente de obtención de ambos álcalis, la presencia de la sosa en el reino mineral y la supuesta exclusividad de la potasa en el vegetal llevaron a denominar "ácali mineral" al primero y "álcali vegetal" al segundo. Por último, estos dos álcalis sólidos fueron también denominados "álcalis fijos" para diferenciarlos del "álcali volátil", o "álcali animal" que se obtenía principalmente de la putrefacción de cuerpos orgánicos de origen animal.
Estos tres álcalis, el mineral, el vegetal y el volátil podían ser también calificados de "suaves" o "cáusticos", según el estado en que estuviesen y debido a las diferentes propiedades que en cada uno de ellos presentaban. Como "álcalis suaves" (lo que nosotros llamaríamos carbonatos de sódico, potásico o amónico), se combinaban con los ácidos desprendiendo gas ácido carbónico (v. Aire fijo) y formando sales. Sin embargo, cuando estos álcalis se trataban con cal cáustica (v. Cal) (para formar lo que nosotros llamaríamos hidróxidos sódico, potásico y amónico) presentaban una reactividad mucho mayor y eran capaces de disolver materias vegetales y animales.